Foto: Los jueces de la Corte Suprema.
Proscripción a CFK. Poder sin votos, privilegios sin límites: la Corte, una casta que decide por millones de personas
Larisa Pérez
La Izquierda Diario, 10-6-2025
Correspondencia de Prensa, 12-6-2025
La Corte Suprema confirmó la condena a Cristina Kirchner y la inhabilitó de por vida. Tres jueces, en una Corte incompleta, tomaron una decisión que limita el voto popular y consuma una proscripción con graves consecuencias para este régimen democrático. Un poder aristocrático que consolida a la casta judicial.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó la condena contra Cristina Fernández de Kirchner en la causa Vialidad: seis años de prisión y la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. Con este fallo, se consuma una sentencia de enorme gravedad institucional, no solo por su impacto personal sobre una dirigente política central en la historia reciente del país, sino por lo que representa para el régimen político argentino: la imposición de una proscripción judicial.
Una corte de tres jueces que decide sobre 45 millones de personas
El fallo fue emitido por una Corte integrada por solo tres miembros, Rosatti, Rosenkrantz y Lorenzetti, cuando la ley prevé que debería estar compuesta por cinco. Esta conformación atípica no es un dato menor. Se trata de una minoría —tres personas— con un poder descomunal, suficiente para definir el rumbo político e institucional de un país entero.
Esta debilidad ya muestra uno de los síntomas de la profunda crisis del régimen que subsiste, al restarle legitimidad a las decisiones solo con tres miembros. Pero aunque fueran cinco, siete o más, el problema de fondo persiste: el carácter aristocrático del Poder Judicial argentino está arraigado en cada uno de sus aspectos.
Los jueces de la Corte no son elegidos por el pueblo. Su designación es el resultado de negociaciones entre el Poder Ejecutivo y el Senado, un mecanismo completamente ajeno a la voluntad popular. Una vez nombrados, ocupan sus cargos de por vida, sin revocabilidad ni control democrático y gozando de privilegios materiales descomunales: sueldos millonarios que ascienden a ocho millones de pesos como mínimo, jubilaciones privilegiadas, y una inmunidad de hecho frente a cualquier rendición de cuentas. Son, en toda regla, una verdadera casta política. Pero una casta que ni siquiera tiene que pasar por las urnas.
Este sistema está diseñado para garantizar que el Poder Judicial sea más permeable al lobby empresarial y político que a las necesidades y los derechos de las mayorías populares, las cuales gobiernan desde la distancia de sus despachos. Y cuando este sistema actúa en conjunto con jueces amigos del poder económico,operadores judiciales vinculados al macrismoy grandes medios hegemónicos que condenan antes que los tribunales, el resultado es una maquinaria perversa donde los juicios se arman desde los titulares, y las sentencias se escriben antes de que los acusados puedan defenderse.
Sin dudas la corrupción atraviesa a los distintos gobiernos, pero tampoco hay dudas de que recorre asimismo al Poder Judicial, por lo cual, se ve comprometido el proceso de investigación y juzgamiento, como fue en este caso. La condena a Cristina Kirchner es el resultado de ese entramado: un proceso judicial cargado de intereses políticos desde su inicio hasta su desenlace, amplificado por un periodismo de guerra que instaló sentido común antes que argumentos jurídicos, y cerrado con un fallo de una Corte Suprema cuya legitimidad democrática es, como mínimo, cuestionable. No es justicia: es proscripción.
Y lo más grave es que esta proscripción no es un hecho aislado. Forma parte de una avanzada más amplia contra las libertades democráticas. Lo vemos en el ataque sistemático a la libertad sindical, en la criminalización del derecho a la protesta, en el intento constante de disciplinar a quienes piensan distinto.
Por eso, más allá de las posiciones personales sobre Cristina Kirchner, lo que está en juego es mucho más profundo: el derecho de la población a elegir libremente a sus gobiernos. Cuando el Poder Judicial lo atropella, confirma su naturaleza como instrumento de poder, con rasgos cada vez más autoritarios.
A pesar de los reiterados discursos de la expresidenta remarcando estos rasgos, en ninguno de sus tres gobiernos, que serían cuatro incluyendo al de Néstor Kirchner, hubo una decisión profunda de avanzar en reformas sobre este poder tan antidemocrático, ni siquiera mínimas. Al revés, los gobiernos de los partidos tradicionales al asumir buscan consolidarse mediante sostener y alimentarlo, tener jueces favorables o aliados, y el kirchnerismo no fue la excepción.
Frente a esta condena de la Corte es urgente la manifestación que rechace y cuestione este Poder Judicial: empezando por la movilización independiente convocando al paro activo en cada sindicato, exigiendo a las centrales como la CGT y CTA, con asambleas y un plan de lucha para derrotar la proscripción, y continuando por poner en discusión las bases del sistema judicial que responde a los intereses económicos y políticos de los sectores dominantes, contra las necesidades de las grandes mayorías populares y sus derechos más elementales.
***
La tocaron a cristina
El fallo de la Corte Suprema de Justicia anunciado ayer es un punto de inflexión en la coyuntura política argentina. Estos apuntes escritos en la urgencia son un intento por entrever las coordenadas del tiempo que viene.
Revista Crisis, 11-6-2025
La expresidenta Cristina Fernández de Kirchner finalmente irá a la cárcel y deberá cumplir una pena de seis años de prisión. Además, quedó inhabilitada para ser funcionaria pública por el resto de sus días. Se trata de la dirigenta más importante de la oposición al gobierno de ultraderecha y actual secretaria general del Partido Justicialista. Los mercados financieros festejaron de inmediato y en el gobierno libertario, contra lo que dicen los analistas políticos que solo piensan en la rosca, bailan en una pata. Por ahora, todo marcha acorde al plan que supone la transformación radical del status quo. Después, qué importa ya el después.
Para la inmensa mayoría del movimiento peronista, y no solo, se trata de una lisa y llana proscripción. Existen sobradas razones para creerlo. Ahora lo esencial consiste en comprender los desafíos de la etapa que se abre. Sin embargo, no está de más hacerse una y otra vez la pregunta: ¿cómo llegamos hasta acá? Impacta la carencia absoluta de previsión por parte de una dirigencia que anda a los tumbos, recibiendo sopapos sin capacidad de reacción.
Hace pocos días hablamos con uno de los más conspicuos exponentes de la derecha vernácula, ferviente antikirchnerista pero defensor a ultranza de la casta, quien lo dijo con tono de hartazgo: “Se la pasaron denunciando lawfare y cuando llegaron al gobierno, en lugar de firmar un indulto el día uno, dejaron la resolución en sede judicial. Pero si sabían que el proceso estaba amañado, ¿por qué no toman el toro por las astas?”. No lo hizo el timorato presidente Alberto Fernández. Tampoco lo quiso la vicepresidenta, ya condenada. Como en tantos otros ítems, el avance de la ultraderecha es directamente proporcional a la falta de audacia de sus adversarios.
Quienes estuvimos ayer martes frente a la sede del Partido Justicialista, donde CFK aguardó el fallo de la Corte Suprema rodeada de sus afectos y de la militancia, constatamos la falta de orientaciones sobre qué hacer. La escena del 1 de septiembre de 2022 vuelve como un déjà vu, evidenciando una carencia total de conducción táctica. Aquel atentado fue sorpresivo y puso de manifiesto la escasez de reflejos. Tres años más tarde constatamos el mismo pasmo e idéntica perplejidad, ante un acontecimiento largamente esperado. Ya no hay atenuantes.
Los caminos se cierran. La caja de herramientas está oxidada. El cierre de ciclo no solo afecta al período de la gobernabilidad progresista abierto en 2001, sino que se extiende más allá y amenaza incluso con poner en suspenso las pautas mínimas del consenso democrático inaugurado en 1983. La única manera de salir de la impotencia es asumir que entramos a una dimensión desconocida. Seguir actuando por inercia, como si no nos hubieran declarado la guerra, es aceptar la condena mansamente. Como corderos atados.
realista es resistir
La última frase del discurso de Cristina Fernández luego de sellado su destino, ofrece pistas sobre lo que vendrá: “A militar, a organizarse, a estar junto a la gente que lo necesita, junto a todos esos colectivos sociales que hoy están siendo agredidos por estas políticas, a profundizar el acercamiento y la empatía con la gente. Es fundamental que vean una dirigencia política y social comprometida con los problemas de la gente y no con los problemas que tienen las dirigencias entre ellos. Dejemos de lado eso y dediquémonos todos con mucha fuerza y convicción a ayudar a los que necesitan ser ayudados y organizados”. La idea de que lo importante está en volver a conectar con las bases, en reconstruir un pueblo agredido y fragmentado, y dejar de pelear por arriba en torno a candidaturas y liderazgos estallados, es un primer registro de la situación que se abre.
“¿El peronismo debe participar de las próximas elecciones si Cristina está presa?”, le preguntó el streamer Pedro Rosemblat a Juan Grabois ayer a la tarde. El ex candidato a presidente respondió: “Mirá, tengo mis serias dudas. Quizás haya que hacer una resistencia a través de la técnica que usó el radicalismo mucho tiempo, que es abstenerse, y que usó también el peronismo. Yo personalmente lo estuve pensando en estos días y me parece una opción válida”. De difícil concreción por la intemperie que significaría para el aparato burocrático del peronismo, o por lo gravoso que sería abandonar las instituciones en un momento como el que vivimos, el solo hecho de que la hipótesis haya entrado en el campo de lo posible es indicador del dramatismo del momento. La situación exige decisiones disruptivas.
CFK dejó en su alocución otro concepto clave: “En realidad, este cepo al voto popular no lo pone este triunvirato de impresentables que funge como una ficción de la Corte Suprema. No se confundan, son tres monigotes que responden a mandos naturales muy por arriba de ellos. Que nadie se confunda porque lo peor, tampoco es el oficialismo. Es el poder económico concentrado de la República Argentina, mis queridos compañeros y compañeras”. El señalamiento de un poder no democrático que opera por detrás del tinglado institucional cual titiritero repone el horizonte de un antagonismo que complejiza el juego político e inocula una desconfianza profunda en el sistema institucional. La imagen de farsa vuelve a emerger. La sensación de que estamos jugando en una cancha cada vez más inclinada. De que estuvimos imbuidos en una ilusión de la que va siendo hora de despertar.
Cuando el presente se trastoca, hay intuiciones del pasado que recobran inusitada actualidad. Conviene desempolvar, por ejemplo, a John William Cooke en su célebre Apuntes para la militancia: “Porque es un error creer que lo realista es el juego político, cuando para un movimiento de este tipo es hacer una política de principios, una gran política de línea revolucionaria, que no significa ni el bochinche, ni el desorden, ni el delirio terrorista, no. Significa una estrategia, en la cual están coordinados todos los movimientos y en la cual ningún medio de lucha es descartado, pero donde no ocurra como ahora, que el movimiento está todo volcado al electoralismo y cuando llegue el golpe de estado sobre la mesa, se acuerdan que hay política de reemplazo”.
La proscripción de CFK no es un hecho aislado, ni el punto de llegada de la prepotencia reaccionaria. Esto recién comienza y todo parece indicar que los poderosos están decididos a ir a fondo. ¿Y nosotros?