Historia – La Comuna día a día: 18 de marzo de 1871. [Patrick Le Moal]

Los cañones en Montmartre, en el Campo de los Polacos.

Traducción de Viento Sur, 19-3-2021

Correspondencia de Prensa, 20-3-2021

18 de marzo de 1871

Lo fundamental de la jornada

El pueblo de París impide al Ejército de Thiers robar los cañones

Thiers había fracasado el 8 de marzo en el intento de apoderarse de los cañones situados en [los jardínes de] Luxemburgo], y el 16 de marzo de los de la plaza de Vosges. Volvió a intentarlo la noche del 18, antes de que las negociaciones entre los guardiane de los cañones de Montmartre y del parque de artillería de la Guardia Nacional concluyesen en un traslado aceptado por todos.

Quería ir rápido, mostrar su fuerza antes de que comenzase la reunión de la Asamblea Nacional en Versalles el 20 de marzo, desarmando él mismo a los obreros parisinos demasiado revolucionarios, infligiendo una derrota a la Guardia Nacional parisina para combatir su poder.

Durante la noche, en Versalles se pegaron carteles «contra la anarquía» y «por la defensa de la propiedad» dirigidos a la Guardia Nacional. No dio resultado, los elementos conservadores de la Guardia Nacional se quedaron en casa. Para realizar ese ataque, Thiers sólo se podía apoyar en el ejército. Movilizó a veinte mil hombres, con cañones y ametralladoras, que ocuparon militarmente París durante la noche, en particular los parques de artillería de la Guardia Nacional. Los soldados tenían órdenes de utilizar las armas contra quienes se resistieran a la tropa.

En la Plaza de la Bastilla retiraron las coronas colocadas a lo largo de la columna durante las manifestaciones de los últimos días, hicieron desaparecer la bandera roja que coronaba al Genio  [de la Libertad] y el cartel que aclamaba la República universal.

Cercaron los lugares donde se guardaban los cañones, sobre todo las Colinas Chaumont, Belleville y Montmartre. Para apoderarse de la posición de Montmartre, hirieron gravemente al guardia Turpin y después apresaron a los otros guardias.

Hacia las 5 de la mañana, el ejército había recuperado todos los cañones y hecho varios cientos de prisioneros. Pero no tenía suficientes caballos para trasladarlos rápidamente.

Los cañones de París son más que un símbolo: es el armamento del pueblo

El armisticio del 28 de enero que hizo prisioneras a las guarniciones de París, excepto 12.000 hombres para el mantenimiento del orden, no tenía medios para imponer el desarme de la Guardia Nacional. Incluso precisa que la Guardia Nacional conservará sus armas y será la encargada de la vigilancia de París y del mantenimiento del orden. Preveía la entrada del ejército prusiano en el invicto París hasta la firma del tratado de paz aprobado el 4 de marzo por la Asamblea, que aumentaba el número de soldados disponibles para el gobierno de París hasta los cuarenta mil hombres. En previsión de la entrada del ejército prusiano por el oeste de París, el 1 de marzo la Guardia Nacional y la muchedumbre habían cogido todas las armas disponibles en los depósitos y arsenales, entre ellas los cañones. Estos 400 cañones eran casi en su totalidad propiedad personal de la Guardia Nacional. El Estado no los había sacado de sus arsenales para confiárselos. Fueron pagados por los batallones mediante una suscripción que se les descontaba del sueldo, y también por medio de una suscripción entre los ciudadanos durante el asedio. Un ejemplo entre muchos otros: en el distrito XIII, una suscripción financió un cañón llamado «el populacho». Hasta el punto de que el gobierno no los había utilizado, por ejemplo durante la batalla de Buzenval del 19 de enero. Esos cañones eran considerados por el pueblo parisino como de su propiedad y fueron transportados a los sectores del este de París, bajo el control de los batallones rojos, garantizando así el poder independiente del pueblo obrero de París movilizado en la Guardia Nacional. Algunos guardias nacionales estaban dispuestos a entregarlos a la Legión de artillería de la Guardia Nacional, en caso de que ésta fuese reconstituida. Los delegados de Montmartre habían hecho incluso una gestión ante Georges Clemenceau, diputado y alcalde del distrito 18, para negociar un compromiso que incluyese la entrega de los cañones a una instancia de la Guardia Nacional. Pero más allá de los cañones, la Guardia Nacional estaba decidida a no dejarse desarmar por el gobierno surgido de la Asamblea, porque no tenía ninguna confianza en la sinceridad de la adhesión a la República por parte de hombres que, por su pasado y sus posiciones, eran enemigos encarnizados de aquella.

Es entonces cuando se levanta el pueblo obrero de París. Al despertarse, los suburbios ven los soldados, las calles ocupadas, las ametralladoras apuntando. Las mujeres y los guardias nacionales se echan a la calle, tocan a rebato. Una marea humana, al principio formada mayoritariamente por mujeres, rodea las ametralladoras. Pronto se forman multitudes, armadas o no. Los soldados ya no pueden moverse, están atrapados en medio de la masa, interpelados por todos y todas: «Hermanos, ¿váis a disparar sobre nosotros por orden de vuestros generales?» Finalmente [los soldados] responder alzando la culata al aire. Se abrazan, llorando, se fraterniza, hay júbilo. Las mismas escenas se reproducen en el Molino de la Galette, en la plaza Pigalle, en las colinas Chaumont, en Belleville, en [los jardines de] Luxembourg, en la Bastilla. En el distrito XII, la refinería Say está ocupada por los obreros desde las 11 de la mañana.

La recuperación de los cañones de Montmartre

En Montmartre suenan los tambores llamando a los Guardias Nacionales. A las 8, unos trescientos oficiales y guardias nacionales suben por el boulevard de Ornano acompañados por los soldados de un puesto que se ha sumado al grito de Viva la República.

Testimonio

Louise Michel, 41 años, maestra, miembro del comité de vigilancia de Montmartre

«En la colina había un puesto del 61, vigilando en el nº 6 de la calle de los Rosales 1, fui allí … para una comunicación y me quedé…. el guardia Turpin cae alcanzado por una bala. El puesto es sorprendido sin que el cañonazo de fogueo que debía ser disparado en caso de ataque hubiera dado el aviso… La cantinera y yo curamos a Turpin desgarrando nuestra propia ropa, entonces llega Clemenceau 2 que al no saber que el herido ya estaba curado pide ropa blanca. Con mi palabra y la suya de que volvería, desciendo la colina, con mi carabina bajo el abrigo, gritando: ¡Traición! Se forma una columna, todo el comité de vigilancia está ahí: Ferré, el viejo Moreau, Avronsart, Lemoussu, Burlot, Scheiner, Bourdeille. Montmartre se despertaba, sonaba la alarma; y en efecto, volví, pero con otros, al asalto de las colinas.

Desde el alba sonaba el toque de rebato; subíamos a paso de carga, sabiendo que en la cima había un ejército en orden de batalla. Pensábamos morir por la libertad. Parecía que habíamos salido de la tierra. Si estuviéramos muertos, París se habría levantado. Las muchedumbres son en algunos momentos la vanguardia del océano humano. La colina estaba envuelta en una luz blanca, un espléndido amanecer de liberación. De pronto, ví cerca de mí a mi madre, y sentí una espantosa angustia; inquieta, había venido, todas las mujeres habían subido al mismo tiempo que nosotros, no sé cómo. No era la muerte quien nos esperaba en las colinas, donde el ejército estaba ya enganchando los cañones para juntarlos con los de Batignolles, tomados durante la noche, sino la sorpresa de una victoria popular.

Entre nosotros y el ejército, las mujeres se echan sobre los cañones, sobre las ametralladoras; los soldados permanecen inmóviles. Mientras el general Lecomte ordena fuego sobre la multitud, un suboficial sale de las filas y se coloca ante su compañía, y en voz más alta que Lecomte grita: ¡Culatas al aire! Los soldados obedecen…»

Los soldados se niegan a seguir las órdenes de Lecomte, que por tres veces mandó disparar sobre la multitud. Las mujeres, los niños y los guardias rodean y detienen al general Lecomte y a sus oficiales. Es conducido por los guardias nacionales, que le han separado de sus soldados que querían fusilarlo inmediatamente, al cuartel general de los batallones de Montmartre, donde firma la orden de hacer evacuar las colinas. Tres cañonazos de fogueo anuncian la recuperación de las colinas y de los cañones.

A las once, la agresión había sido vencida en todo París, el pueblo había ganado miles de fusiles, se levantaron barricadas por todas partes.

El gobierno hace público un comunicado de de urgencia firmada por Thiers, Favre y otros, que no tiene ningún efecto.

«Guardias nacionales de París

Se extiende el absurdo rumor de que el gobierno prepara un golpe de Estado. El gobierno de la República no puede tener otro objetivo que la salvación de la República. Las medidas tomadas eran indispensables para el mantenimiento del orden; ha querido y quiere acabar con un Comité insurreccional cuyos miembros, casi todos desconocidos para la población, sólo representan doctrinas comunistas y llevarían a París al saqueo y a Francia a la tumba, si la Guardia Nacional y el ejército no se levantasen para defender, de común acuerdo, la República».

La derrota vista del lado militar

Despacho telegráfico procedente del puesto central de la Prefectura de Policía, del 18 de marzo de 1871. Desde la mañana, el autor ha recogido y remitido con cuidado las informaciones procedentes de todo París. Éste es su penúltimo telegrama, antes de la evacuación del lugar.

«Los cuarteles del Château d’eau y del barrio Temple han sido ocupados sin resistencia por parte de los soldados, que han entregado sus armas y se dispersan por las calles gritando «Viva la República»… Las armas parecen haber sido cogidas y los soldados liberados. Se habla de ataque contra la Prefectura de policía, la ciudad y la plaza Vendôme»

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Telegrama remitido desde el puesto central de París el 18 de marzo.

 

El gobierno abandona París

Entonces, Thiers, refugiado en el Ministerio de Asuntos Exteriores, en el Quai d’Orsay, da orden de hacer replegar las tropas que quedan y evacuar la ciudad, incluso los fuertes del Sur devueltos por los prusianos, así como el Mont Valérien al Oeste, para dirigirse a Versalles.

Al mismo tiempo, a las 10, la docena de miembros del Comité Central de la Guardia Nacional que se encontraban reunidos en la escuela de la calle Basfroi, junto a la Bastilla, están desbordados por las demandas y reclamaciones, atestados de prisioneros traídos de todas partes. Acaban por elaborar un plan para hacer converger en el Ayuntamiento a los batallones que todavía a esa hora están parapetados en sus barrios.

El entierro de Charles Hugo

Este segundo hijo de Víctor Hugo era conocido por sus escritos contra la pena de muerte en 1851, que le valieron 6 meses de prisión. A la vuelta del exilio, fue uno de los fundadores del diario Le Rappel, condenado en múltiples ocasiones por sus posiciones republicanas. Murió de una apoplejía fulminante el 13 de marzo en Burdeos, y su entierro tuvo lugar en París el 18 de marzo.

Extracto del artículo de Le Rappel:

«Una muchedumbre considerable y profundamente emocionada se apretaba … en la estación de Orléans. El féretro del llorado colaborador era esperado hacia el mediodía.

A esa hora, se vio aparecer la carroza fúnebre, tras la cual marchaban, con el rostro en lágrimas, Victor Hugo y su último hijo, François-Victor, y después, los señores Paul Meurice, Auguste Vacquerie, Paul Foucher y algunos amigos íntimos. Quienes habían venido a testimoniar su entristecida simpatía al gran poeta, tan duramente golpeado, y al valiente periodista, desaparecido tan joven, se unieron a este doloroso cortejo, y la carroza se dirigió hacia el cementerio de Père-Lachaise.

En la plaza de la Bastilla, hubo una escena emocionante. Tres guardias nacionales, al reconocer a Víctor Hugo, se colocaron de inmediato a los lados de la carroza y la escoltaron, con el fusil bajo el brazo. Otros guardias nacionales siguieron su ejemplo, y después otros, y pronto fueron más de un centenar, formando una guardia de honor que acompañó a nuestro querido y lamentado camarada hasta el cementerio.

Un momento después, un puesto de guardias nacionales, muy numerosos a causa de los acontecimientos de la jornada, al enterarse de a quién se enterraba, tomó los fusiles, se puso en fila y presentó armas; sonaron los clarines, se batieron los tambores y la bandera saludó».

La ejecución de los generales Lecomte y Thomas

En el puesto de la calle de los Rosales a donde fueron conducidos, el General Lecomte es separado de sus oficiales, que serán liberados al atardecer. Los soldados presentes quieren fusilarlo, y son una vez más impedidos por los oficiales de la Guardia Nacional. Hacia las 16:30 encuentran en la colina de Montmartre, en medio de los curiosos, a un hombre vestido de civil que anota los planos de las barricadas. Reconocido como el general Clément Thomas, es arrastrado por los guardias nacionales hasta la calle de los Rosales.

La llegada de Thomas da un vuelco a la situación. Un grito sale de todos las bocas: «muerte». A pesar de los intentos de un capitán garibaldino, Herpin-Lacroix, que arriesga su vida por defenderlos, Thomas y Lecomte son fusilados en el patio.

A propósito del general Thomas, reproducimos el siguiente documento:

«Clément Thomas, las masacres de 1848 y todo lo demás

Este diputado de la Gironde, elegido en 1848, mandaba la Guardia Nacional del Sena. Cuando el cierre de los Talleres Nacionales, en junio de 1848, miles de obreros parisinos levantaron barricadas al grito de «trabajo o muerte», la represión fue terrible. Centenares de insurgentes fueron muertos en las barricadas, millares masacrados después de los combates. La Guardia Nacional dirigida por Clément Thomas se mostró particularmente feroz en esta represión. Como general de la Guardia Nacional, era también odiado por sus proclamas insultantes y calumniosas contra los guardias nacionales. En diciembre disolvió a los tiradores de Belleville y a los voluntarios del 147, fue acusado de ser responsable de las inútiles masacres en Montretout/Buzenval en enero. Era conocido y detestado por todos los guardias nacionales, por lo que fue reconocido, incluso vestido de civil».

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Fotomontaje de Eugène Appert. Biblioteca histórica de la ciudad de Paris.

 

Los generales Lecomte y Clément-Thomas ante el pelotón de ejecución, en una reconstrucción hecha por los adversarios de la Comuna. Según los testigos, no fueron fusilados a la vez, primero fue Thomas, el que recibió un disparo, antes incluso de ser colocado contra el muro para ser fusilado. Lecomte fue llevado después junto al cuerpo de Thomas y también fusilado.

La ocupación del Ayuntamiento

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Antoine Brunel, 41 años, oficial de carrera.

Poco a poco, durante la tarde, avanzan los batallones federados. Se toma el cuartel del Príncipe Eugène 3, a las cinco se ocupa la imprenta nacional, a las seis el cuartel Napoleon4 , a las siete y media se pone cerco al Ayuntamiento. Jules Ferry y Fabre, que todavía están ahí, parten a su vez: los federados dirigidos por Brunel5 ocupan el Ayuntamiento y alzan la bandera roja en el torreón. El general Chanzy, enviado por Thiers, es detenido con las mayores atenciones posibles, en nombre del «Comité central, Federación republicana de la Guardia Nacional».

El Comité central de la Guardia Nacional comienza a reunirse al comienzo de la tarde en su local habitual, en la Corderie, cerca del mercado de Temple, al fondo del pasillo del tercer piso de una vieja casa, en una gran sala llena de bancos donde se reúne desde su constitución. Cuando los emisarios anuncian que el gobierno ha huído, dudan antes de decidir  volverse a reunir en el Ayuntamiento. En ese momento, deciden quedarse sólo para organizar las  elecciones.

A debate: ¿Qué poder se tomó ese sábado 18 de marzo de 1871?

El momento decisivo de la jornada, el vuelco, se produce cuando la muchedumbre impide disparar al ejército, cuando los soldados, atrapados por las y los parisinos, ya no obedecen a sus oficiales. Este contacto íntimo, generalizado, entre la tropa y el pueblo obrero de París con la Guardia Nacional, que ha estado junto a las tropas durante todo el asedio, hace imposible la represión. Se toman los cuarteles, por lo general sin derramamiento de sangre, por la adhesión de los soldados a la Guardia Nacional.

Todo el mundo siente la intervención militar como un golpe de Estado contra la República por parte de la Asamblea Nacional, en la cual los votos rurales habían dado una mayoría a los realistas y bonapartistas. En los últimos días, esta Asamblea había multiplicado los actos hostiles hacia el pueblo de París. Acababa de decidir descapitalizar París (al instalarse en Versalles), obligar al pago de las deudas contraídas durante el asedio, y habla de hacer pagar los atrasos de los alquileres. El grito de adhesión, de fraternización entre los soldados, la multitud y los federados es, en todas partes, la defensa de la República como única forma de gobierno que podía responder a las necesidades de la población. Por tanto, la jornada es vivida como una victoria contra este intento de golpe de Estado.

Acaba de producirse una verdadera insurrección. Es espontánea, no está planificada por nadie. El pueblo obrero, sin organización, sin consignas ni dirigentes, ha dado un vuelco a la situación. Después, a lo largo del día, los militantes hicieron converger toda esta energía popular hacia el centro del poder, el Ayuntamiento, forzando la huida del gobierno antes de un enfrentamiento. No hay expulsión del gobierno y de los ministerios, detención de ministros, sino ocupación de algunos lugares de poder abandonados por el gobierno, Ayuntamiento, imprenta nacional, etc.

Los federados acuden naturalmente hacia el Ayuntamiento, como en 1848 y el último 4 de setiembre, a la sede de la Comuna de 1792. Durante la revolución de 1848, el pueblo sublevado saqueó el palacio de las Tullerías, sede del poder real, y decidió dirigirse al Ayuntamiento sólo después de haber quemado el trono real en la Bastilla. El 4 de setiembre de 1870, la multitud se reunió ante el Palacio Borbón, donde los diputados proclamaron la caída del Imperio, antes de que los diputados republicanos sei dirigiesen al Ayuntamiento, símbolo del poder popular parisino, para proclamar allí la República. En cada una de estas ocasiones, la revolución en París provocó la Revolución en el conjunto del país.

¿La ocupación del Ayuntamiento en estas circunstancias puede tener un impacto de tal fuerza que la Asamblea elegida un mes antes y el gobierno que esta Asamblea había puesto en pie vieran perder toda su capacidad de gobernar, fueran a dejar de ser percibidos como legítimos por el resto del país? Esta cuestión se plantea con tanta mayor agudeza porque la Asamblea todavía es vista en el conjunto del país como el instrumento de la República instaurada por el levantamiento del 4 de septiembre, y ha firmado la paz en un país donde la voluntad de combatir a ultranza no es mayoritaria. ¿La marcha de París de Thiers y del gobierno, aunque denotan una debilidad inmediata, significan un hundimiento del poder de la burguesía y de su aparato político y militar? (Artículo publicado en ContreTemps, 18-3-2021) 

Notas

  1. Después se llamará calle del Caballero de la Barre.
  2. Georges Clemenceau había sido nombrado alcalde del distrito 18 en Montmartre después del 4 de setiembre.
  3. En la esquina de la actual Plaza de la República y la calle Faubourg du Temple.
  4. En la esquina de la calle de Rivoli y la calle de Lobau.
  5. Oficial republicano, uno de los mejores oficiales de los federados.