Hay películas que, más allá de sus calidades cinematográficas, han de valorarse por el mero hecho de existir. Un simple accidente, largometraje con el que Jafar Panahi ganó este año la Palma de Oro en Cannes (galardón que se suma al León de Oro en Venecia que obtuvo por El círculo en 2000 y al Oso de Oro en Berlín de 2015, por Taxi Teherán), más que una simple película es un ejemplo de resistencia.
