A l’encontre, 20-4-2024
Traducción de Correspondencia de Prensa, 22-4-2024
La decisión adoptada por India de abstenerse en la votación de la Asamblea General de la ONU del 26 de octubre de 2023 en la que se pedía un alto el fuego en Gaza -alineándose con Israel, Estados Unidos y sus aliados del bloque occidental en contra de los 121 países que apoyaron la moción- es una muestra de las declaraciones contradictorias del gobierno de Narendra Modi, que trata de ocupar una posición de liderazgo en un orden mundial cambiante. En otros ámbitos, Modi se ha apresurado a rechazar cualquier crítica a su balance en materia de derechos humanos o a sus retrocesos democráticos por considerar que éstas proceden del Occidente imperialista y colonial, afirmando al mismo tiempo la pretensión de la India de ser un líder del Sur. Ésta es una parte importante de la atracción que ejerce Modi sobre su base sociopolítica. Una encuesta realizada recientemente en la India mostró que, aunque la gente no es optimista sobre su propio futuro en términos de economía, bienestar o condiciones de seguridad para las mujeres, sí cree que la India está actuando bien en la escena internacional.
El reposicionamiento hacia el eje estadounidense no es nuevo, se ha venido produciendo desde que la India abrió su economía en 1991, alejándose del modelo protegido por el Estado y acercándose al bloque occidental en lo económico, pero también en lo político, presentándose como la «mayor democracia del mundo» y con implicaciones en la «guerra contra el terrorismo». Esta es una postura que Washington adoptó en su nueva Guerra Fría con China, dirigiéndose a la India como una «democracia asiática» que debe incluirse en formaciones como el grupo de países Quad, junto con Japón y Australia. En una visita de Estado a EEUU en junio de 2023, Modi fue recibido con una salva de 21 cañonazos. Fue invitado a una cena en la Casa Blanca y a pronunciar un discurso ante las dos cámaras del Congreso. Mientras tanto, por cuarto año consecutivo, la Comisión de Estados Unidos para la Libertad Religiosa Internacional (USCIRF, United States Commission on International Religious Freedom) recomienda que el Departamento de Estado designe a la India como País de Especial Preocupación (CPC, Country of Particular Concern) debido a sus «violaciones sistemáticas, continuas y flagrantes de la libertad religiosa». El fundador de Genocide Watch advirtió sobre la inminencia de un genocidio contra los musulmanes en la India. El Washington Post y el NewYork Times no han cesado de aportar pruebas del creciente autoritarismo de Modi. Y la India sigue cayendo en casi todos los indicadores mundiales: democracia, libertad de los periodistas, pobreza, etc.
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Si bien la geopolítica sustenta la relación entre Estados Unidos e India, otros factores también explican la creciente cercanía de la India de Modi con Israel, y más concretamente con el gobierno de Benyamin Netanyahu. Como lo explica Azad Essa en Hostile Homelands: The New Alliance Between India and Israel (Pluto Press, 2022), la India empezó a comprar discretamente tecnología de defensa y formación a Israel en la década de 1960, mientras mantenía su postura oficial a favor de la autodeterminación palestina. Pero bajo Modi, la asociación de defensa se ha reforzado y celebrado, y el apoyo a Palestina es más condicional. Modi y Netanyahu se reconocen y respetan mutuamente como gobernantes autoritarios; el nacionalismo hindú y el sionismo tienen grandes afinidades como movimientos de dominación mayoritaria. Ambos Estados se ven a sí mismos como defensores conjuntos contra el «terror islámico». Y los capitalistas preferidos de Modi [de hecho domina una «economía capitalista de camarillas»] ahora tienen inversiones significativas en Israel. Estas características se derivan de tres elementos centrales e interrelacionados de la «Nueva India» de Modi: El exitoso proyecto de Hindutva (nacionalismo hindú) para transformar la India en una nación hindú; la capacidad de Modi para asegurarse el apoyo del capital permitiendo una forma depredadora de acumulación acelerada para sus allegados y, más ampliamente, para los capitalistas como clase; y su capacidad para maniatar a la población mediante una hábil combinación de carisma personal [un estatus con connotaciones divinas], medidas sociales populistas, captura institucional y represión abierta.
Nacionalismo hindú
Lo que distingue a Modi de otros políticos populistas autoritarios como Bolsonaro, Erdogan, Duterte o incluso Trump, es la larga y profunda base ideológica y organizativa del movimiento al que pertenecen él y su Partido Bharatiya Janata (BJP). El Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), la organización que encabeza el movimiento Hindutva de nacionalismo supremacista hindú, se fundó en 1925 como una de las corrientes de la resistencia nacionalista al colonialismo británico, extrayendo su visión supremacista etno-racial de la nación de las ideologías del fascismo europeo.
Desde el principio, el movimiento se articuló en torno a dos ejes principales. En primer lugar, construir una identidad hindú a partir de las diversas sectas y prácticas del subcontinente, en el marco de una definición patriarcal, brahmánica (casta privilegiada) y escrituraria [los Cuatro Vedas] del hinduismo. Esto significa resistir los desafíos planteados por los dalits (castas oprimidas) a su orden de castas profundamente jerárquico y, al mismo tiempo, cooptarlos a ellos y a los adivasis (comunidades indígenas) al redil hindú para constituir una mayoría. En segundo lugar, crear tensiones dentro de esta identidad definiendo a los demás, como los musulmanes y los cristianos [el 14% de la población es musulmana y el 2% cristiana], como ajenos a la nación. El RSS dispone de un vasto aparato organizativo para obtener un amplio consentimiento cultural a sus doctrinas, con miles de estructuras [Frentes] en todo el país, dirigidas a diferentes grupos sociales: niños, jóvenes, mujeres, estudiantes universitarios, trabajadores (incluida la mayor federación sindical central del país), soldados, adivasis (conjunto de grupos étnicos o «tribus de la India», que tienen religiones propias, ndt) y diferentes castas. El RSS dirige escuelas y organiza actividades caritativas y de servicio, incluidas operaciones de socorro en caso de catástrofes naturales. El BJP, formado en 1984 a partir de antiguos partidos afiliados al movimiento RSS, logró imponerse gracias a las campañas de masas para oponerse a la ampliación de los programas de discriminación positiva a un mayor número de castas y para borrar los símbolos de la historia musulmana de la India en favor de su pasado «auténticamente hindú».
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Desde que Modi fue elegido por primera vez a nivel federal en 2014, la intención genocida de sus esfuerzos por erradicar la condición musulmana ha quedado patente. Aunque es inconcebible que 196 millones de musulmanes, el 14% de la población de la India, puedan ser aniquilados, sí se les puede someter a la violencia y la humillación, silenciarlos, negarles sus derechos como musulmanes y sus derechos humanos fundamentales. Desde la reescritura de los libros de texto de historia hasta el cambio de nombre de los lugares, su presencia más que milenaria en la historia india es borrada sistemáticamente.
Incluso se han criminalizado los medios mediante los que «comen, rezan y aman», empezando en 2014 con un número creciente de linchamientos de hombres musulmanes por parte de grupos parapoliciales por comer o comercializar carne de vacuno, o por «seducir» a mujeres hindúes casándose con ellas para convertirlas al islam (lo que califican como la «yihad del amor»). Los hombres musulmanes pobres fueron los principales objetivos, atacados y golpeados por grupos de vigilantes que les pedían que recitaran«Jai Sri Ram» (Larga vida al Señor Ram – héroe de la mitología hindú). Ni siquiera las estrellas de cine y los jugadores de críquet más populares, si son musulmanes, se han salvado de los trolls y las amenazas. Las llamadas al boicot económico de las empresas musulmanas agravaron la marginación económica y social que ya era una realidad omnipresente de la condición musulmana en muchas partes del país, con musulmanes a los que les resultaba imposible encontrar una vivienda de alquiler en muchas ciudades.
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En un estado gobernado por el BJP, las mujeres que llevan el hiyab no pueden inscribirse en la universidad, alegando que la Constitución prohíbe llevar símbolos religiosos en las instituciones públicas. Sin embargo, las oraciones y prácticas hindúes siguen siendo habituales en estas instituciones. En las fiestas hindúes, es cada vez más frecuente ver a grandes multitudes de hombres hindúes con bandanas color azafrán, armados con palos y espadas, que se pasean agresivamente por los barrios musulmanes cantando canciones y eslóganes antimusulmanes, golpeando a los musulmanes y destruyendo sus bienes. No cabe duda de que, de eta manera, creen obedecer a los líderes religiosos hindúes extremistas que han convertido en un deber religioso el hecho de violar y asesinar a los musulmanes.
Modi y los miembros de su partido guardan silencio ante esta violencia, a veces tomando distancia, describiéndola como obra de individuos aislados, pero la mayoría de las veces haciendo alusiones apenas veladas para provocar e intensificar la polarización con fines electorales. Casi ninguno de los autores de los linchamientos y otros ataques ha sido detenido. Al contrario, los hombres implicados en la violación en grupo de una mujer musulmana y el asesinato de varios musulmanes durante el pogromo antimusulmán de Gujarat en febrero-marzo de 2002, cuando Modi gobernaba el estado, así como los hombres implicados en el linchamiento de un comerciante de ganado musulmán, han sido puestos en libertad y recibidos como héroes por los diputados del BJP. La policía asiste con regularidad a los actos violentos, y las autoridades municipales de los estados gobernados por el BJP destruyen los comercios y propiedades de los musulmanes que se defienden con el pretexto de «construcciones ilegales»
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Durante el segundo mandato de Modi, que comenzó en 2019, los gobiernos del BJP adoptaron una serie de leyes destinadas a privar de derechos a los musulmanes. Varios estados gobernados por el BJP han aprobado leyes de protección de las vacas y leyes que prohíben los matrimonios interreligiosos (que sólo tendrían fines de conversión religiosa), sumando la fuerza de la policía y de los tribunales para legitimar la violencia de los grupos de autodefensa. En 2019, tres cambios legislativos y jurídicos importantes, incluida una Ley de Enmienda de la Ciudadanía, transformaron irrevocablemente la naturaleza de la ciudadanía, convirtiendo de hecho a los musulmanes en ciudadanos de segunda clase de una nación hindú.
Una de estas leyes, la ley de reorganización de Cachemira, institucionalizó la ocupación india de Cachemira. Esta ley abolió la autonomía limitada que la Constitución india concedía a Cachemira. Abolió la ley que prohibía la venta de tierras a los no cachemires, abriendo el camino a la ocupación a gran escala y a la transformación demográfica. Cachemira sigue siendo una de las regiones más militarizadas del mundo, con frecuentes cortes de Internet, detenciones arbitrarias, en particular de periodistas y activistas de derechos humanos, en virtud de leyes «antiterroristas» draconianas, desapariciones y «asesinatos en encuentros» [“encounter killings”, ejecuciones extrajudiciales] por parte de una policía y un ejército que gozan de impunidad en virtud de la ley de poderes especiales de las fuerzas armadas, en vigor en Cachemira desde hace más de treinta años.
La movilización total del Estado y la sociedad para hacer la guerra a lo que los nacionalistas hindúes consideran la «vieja India» -una nación multiétnica y multiconfesional, tanto en términos de tejido social como de garantías constitucionales de secularismo, igualdad y no discriminación- tiene también otros objetivos. Los cristianos (al igual que los musulmanes, considerados como adeptos de una fe nacida fuera de la India continental) han sido objeto de violentos ataques por llevar a cabo supuestas actividades de conversión entre los Adivasis y los Dalits (lo que podría reducir la «mayoría» hindú). Los cálculos electorales sobre las ventajas de crear una base hindú de línea dura también han motivado la reciente campaña de violaciones y asesinatos de miembros de comunidades cristianas en el estado Manipur, en el noreste del país. Se busca deslegitimar un amplio movimiento de protesta contra las leyes agrícolas neoliberales con acusaciones de que los agricultores sijs que lo lideran son «separatistas» y «terroristas». Otros han sido, igualmente, tachados de «antinacionales» y han sido objeto de violencia por parte de las milicias de autodefensa y del Estado. Intelectuales y activistas de izquierdas y liberales, periodistas, profesores y estudiantes universitarios, artistas, feministas y miembros de organizaciones de la sociedad civil son presentados como miembros de una élite enquistada, anglófila y «pseudosecularista», contra la que el BJP aparece como representante de la nación auténtica.
El capitalismo depredador
La tasa de crecimiento relativamente alta de la economía india (7,2% en 2022-23) oculta las crisis crecientes de desigualdad, desempleo y empobrecimiento, reflejadas más concretamente en los datos relativos a la desnutrición, la mortalidad infantil y la salud de las mujeres. El gobierno de Modi ha fracasado de forma espectacular a la hora de abordar los mayores desafíos económicos de la India: aumentar la inversión en el sector manufacturero, atraer la inversión extranjera, crear empleos y ampliar las exportaciones [y también la inversión federal y estatal en infraestructuras]. Las tasas de crecimiento reflejan en parte el poder de consumo de una «clase media» que, aunque importante en términos absolutos, sólo representa una pequeña proporción de la población india de 1.400 millones de habitantes [con una edad media de 28 años]. Sin embargo, gran parte de la explicación reside en la naturaleza del crecimiento, generado por la compra de activos en situación de quiebra por parte de especuladores internacionales, la adquisición de tierras y recursos a costos extraordinariamente bajos y el acceso privilegiado al capital y a los mercados existentes para los capitalistas más favorecidos.
El gobierno adoptó una serie de leyes neoliberales destinadas a mejorar la «facilidad para hacer negocios», entre las que se incluyen reformas laborales que destruyen la reglamentación y las normas del derecho laboral, y cambios en las leyes y reglamentos sobre el impacto medioambiental y la protección de los bosques que facilitan el acceso de las empresas a los recursos naturales. Los planes para privatizar aún más los activos públicos incluyen la autorización de la explotación comercial del carbón, el aumento del límite a la inversión extranjera en la fabricación de material militar, la subasta de aeropuertos a asociaciones público-privadas y la cesión de activos del sector público a agentes privados en régimen de «arrendamiento a largo plazo». Tres nuevas leyes agrícolas, aprobadas de forma precipitada por el parlamento en 2020,casi sin tiempo para el debate, habrían revertido de forma efectiva las políticas que garantizaban a los agricultores la posibilidad de vender una cierta cantidad de su producción [principalmente arroz, trigo y caña de azúcar] a un precio fijo y habrían abierto la agricultura a los mercados dominados por las empresas, si los agricultores no se hubieran defendido. (Sobre este punto, véase el artículo publicado en A l’encontre el 24-11-2021 )
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Durante los catorce años que pasó como jefe del estado de Gujarat, donde perfeccionó su modelo de gobierno, Modi forjó estrechas relaciones con los principales actores del mundo empresarial de Gujarat, que financiaron su campaña federal en 2014. Estos amigos, especialmente los más cercanos a él, Gautam Adani y Mukesh Ambani, han sido ricamente recompensados, con ayudas para adquirir terrenos baratos y licencias para construir desde puertos hasta universidades. En marzo de 2022, Hurun Global Rich List [del Instituto de Investigación Hurun, que elabora una lista de multimillonarios similar a la de Forbes] informó que Gautam Adani, quien se había convertido en la segunda persona más rica de India y Asia en 2020, había agregado 49.000 millones de dólares a su fortuna en 2021, o sea más que los tres primeros multimillonarios del mundo, Elon Musk, Jeff Bezos y Bernard Arnault, lo que representa un aumento de riqueza del 153% en un año en el que la India se vio devastada por la pandemia de Covid. La fortuna de Mukesh Ambani, que sigue siendo el hombre más rico de la India, aumentó un 24% ese año. En los diez años transcurridos desde que Modi se convirtió en primer ministro, la fortuna de Ambani aumentó un 400% y la de Adani un 1830%, aunque, como reveló un informe publicado en enero de 2023 por Hindenburg Research [una empresa de investigación de inversiones con sede en Nueva York centrada en las ventas al descubierto], la manipulación de las acciones y el fraude contable permitieron que la fortuna de Adani fuera masivamente sobrestimada. En un plano más general, el número de multimillonarios indios ha aumentó, al igual que la riqueza que han agregado en la última década: el responsable de la Hurun Global Rich List señaló que en los últimos diez años, los multimillonarios indios añadieron unos 700.000 millones de dólares a su riqueza acumulada [a finales de 2023, el 1% más rico representará el 40% de la riqueza], algo menos (100.000 millones) que el PIB de Suiza y el doble que el de los Emiratos Árabes Unidos.
Los ricos se han enriquecido también gracias a políticas tales como el pasaje a los impuestos indirectos, como el impuesto sobre bienes y servicios, la reducción de los tipos del impuesto a las empresas y la supresión del impuesto sobre el patrimonio para los superricos, contribuyendo al creciente déficit presupuestario del país. Mientras que el capitalismo depredador hecho posible por Modi ha desplazado, desposeído y empobrecido a un gran número de personas, el gasto de la India en protección social sigue siendo de los más bajos del mundo. Los gastos en salud se mantienen entre el 1,2% y el 1,6% del PIB e disminuyeron en 2021, mientras que los gastos en educación representaron una media del 3% del PIB en las dos últimas décadas. En 2022, Oxfam informó de que, durante la pandemia, unos 46 millones de indios cayeron en la pobreza extrema.
Une autocracia electoral
En su informe de 2021 sobre el estado de la democracia, el instituto sueco V-Dem (Varieties of Democracy) relegó a la India al rango de «autocracia electoral». Esta formulación refleja el papel cada vez más poderoso que desempeñan en India los rituales democráticos a la hora de demostrar legitimidad, pese a que una buena parte del proceso de gobernanza escapa a la rendición de cuentas ante el pueblo. Como la mayoría de las demás instituciones públicas, la Comisión Electoral, históricamente respetada por su neutralidad, está ahora sometida al dominio político del BJP (como ha reconocido la Corte Suprema). El BJP dispone de enormes fondos, más que todos los demás partidos juntos, recaudados, entre otros medios, a través de instrumentos financieros opacos llamados «bonos electorales», que atraen donaciones masivas de empresas, realizadas de forma anónima desde la India y el extranjero. El partido está constantemente en modo electoral, y los fondos son necesarios para mantener su formidable maquinaria electoral y para incitar a los actuales dirigentes electos a cambiar de bando (en las elecciones actuales, una cantidad significativa de ex miembros de la oposición figuran en las listas del BJP).
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Modi el populista parece deleitarse también con la performance de la democracia. Como ciertos dioses hindúes, Modi es un hombre con muchos avatares. Es a la vez monarca -dicta políticas bajo la forma de decretos y lanza proyectos monumentales para marcar su reinado- y hombre del pueblo, refiriéndose constantemente a sus orígenes humildes, a diferencia de los Gandhis del rival Partido del Congreso, con sus privilegios dinásticos y de casta. Cada día luce un traje nuevo y accesorios de marca, pero sus partidarios (o adoradores, como los llaman sus detractores) lo describen como un asceta. Sus decisiones aparentemente precipitadas y erráticas, como dejar sin valor el 87% de la moneda india con apenas unas pocas horas de notificación o imponer un confinamiento nacional por el Covid-19 durante la noche, han sido saludadas como «golpes maestros» y como prueba de la capacidad de tomar decisiones difíciles que requieren la presencia de un líder fuerte. Sus proyectos tecnocráticos -ciudades inteligentes, trenes de alta velocidad, la India digital-, aunque mal ejecutados e incompletos, dan una imagen de acción y modernización, mientras que sus discursos incorporan hábilmente imágenes y tropos nacionalistas hindúes.
El asistencialismo de Modi comparte estos rasgos populistas. En lugar de inversiones a largo plazo en nutrición, salud y educación, el bienestar que ofrece adopta la forma de pequeñas transferencias de efectivo selectivas y planes limitados para la distribución de letrinas, bombonas de gas para cocinar, viviendas y conexiones de electricidad y agua, en los que las mujeres son las principales beneficiarias. Distribuido de forma centralizada, en lugar de responder a las necesidades locales, el bienestar es personalizado, con la foto de Modi en las bombonas de gas, los paquetes de alimentos y los carteles publicitarios que promocionan dichos planes.
Las proyecciones populistas de Modi se ven facilitadas por su eficaz control de la esfera pública. Ya en 2014, los medios de comunicación pertenecientes a las grandes empresas lo habían encumbrado incluso antes de su elección. Desde entonces, estos medios son mantenidos a raya mediante la amenaza de retirarles los ingresos por publicidad gubernamental, que constituyen una gran parte de sus ingresos, o de llevar a cabo inspecciones por infracciones al impuesto sobre la renta. Mientras tanto, han surgido nuevas cadenas de medios progubernamentales y sus secuaces capitalistas han comprado los pocos medios independientes. Las redes sociales también juegan un papel importante, con un ejército de personas pagadas para generar trolls que difundan propaganda del BJP y un número aún mayor de partidarios que difunden noticias falsas y memes llenos de odio, al tiempo que trollean a sus oponentes con las amenazas más infames. Paralelamente al control y la construcción de lo que se considera noticia está la no recopilación, supresión o falsificación de datos, combinada con el debilitamiento sistemático de universidades e institutos de investigación.
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De este modo, el Estado está en guerra contra la sociedad civil. Las organizaciones no gubernamentales son amenazadas con acciones policiales o con la anulación de su autorización para recibir financiación extranjera. Entre los países que han instalado el software de vigilancia Pegasus de la empresa israelí NSO, la India estableció grupos de vigilancia entre los más importantes del mundo, que incluyen a líderes de la oposición, periodistas y toda una serie de actores de la sociedad civil. Los disidentes y los que dicen la verdad – manifestantes, dirigentes de partidos de la oposición, agricultores, periodistas, dirigentes estudiantiles – son detenidos bajo acusaciones falsas y encarcelados sin derecho a fianza en virtud de la draconiana legislación antiterrorista. Incluso entre sus adoradores se teme el surgimiento de un Estado de vigilancia y los efectos del deterioro de las protecciones legales e institucionales.
Resistencia
Todas las medidas de Modi han sido contestadas: la ley de reorganización de Cachemira, la ley de enmienda de la ciudadanía, la ley de «bonos electorales», la ley Pegasus, etc. han sido impugnadas ante los tribunales. Los periodistas han informado sobre estos delitos, han sacado a la luz las estafas y siguen apareciendo artículos críticos en algunos periódicos en lengua inglesa. Los otros partidos por fuera del BJP, que están en el poder en casi la mitad de los estados, han protestado enérgicamente contra las tendencias cada vez más centralizadoras del gobierno federal en materia fiscal y de homogeneización cultural y lingüística. Algunos jueces de la Corte Suprema y de tribunales inferiores han mostrado su independencia impugnando detenciones arbitrarias y otras medidas inconstitucionales. También ha habido protestas, sobre todo durante el primer mandato de Modi, ante el aumento de la violencia contra las minorías. Dos movimientos masivos en particular, a una escala sin precedentes desde el movimiento nacionalista de la década de 1940, son una fuente de esperanza.
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El primero comenzó en noviembre de 2019 contra la ley de enmienda de la Ciudadanía (CAA, Citizenship Amendment Act), que convierte a los musulmanes de la India en ciudadanos de segunda clase. Fue iniciado por estudiantes de la Universidad Jamia Millia Islamia de Delhi y el movimiento se extendió por todo el país, con protestas y manifestaciones organizadas incluso en ciudades más pequeñas. Una gran cantidad de musulmanes, anteriormente apolíticos, así como un número significativo de no musulmanes, se unieron al movimiento. Una sentada histórica iniciada por mujeres en Shaheen Bagh, un barrio predominantemente musulmán del noreste de Delhi, duró varios meses hasta que fue disuelta por el confinamiento de marzo de 2020 debido la pandemia y, simultáneamente, muchos activistas contra la ACA fueron detenidos por incitar, supuestamente a la violencia. Aunque el movimiento haya sido disuelto, el gobierno tardó en adoptar una normativa basada en la AAC, señal de la amplitud de la oposición.
El segundo movimiento fue en respuesta a las tres leyes agrícolas destinadas a someter la agricultura bajo el control del agronegocio. A partir de noviembre de 2020, unos 250.000 agricultores de tres estados del norte acamparon durante un año en tres lugares situados en las fronteras de Delhi, con la única exigencia de que se derogaran las leyes agrarias. Organizaciones de agricultores de todo el país enviaron contingentes. La acción fue coordinada democráticamente por un comité nacional. A lo largo del año que los agricultores permanecieron acampados, la resistencia a la empresarialización de la agricultura creció hasta relacionar las cuestiones de la precariedad laboral y agrícola, el patriarcado y el trabajo de las mujeres, las castas y la falta de tierras, y el Hindutva y el Estado represivo. Al fracasar todos sus intentos de represión y cooptación, Modi accedió finalmente a retirar las leyes unas semanas antes de las elecciones en Punjab y Uttar Pradesh.
A partir de noviembre de 2020, unos 250.000 agricultores de tres estados del norte acamparon durante un año en tres lugares de la frontera de Delhi, con la única reivindicación de la derogación de las leyes agrarias. Organizaciones de agricultores de todo el país enviaron contingentes. La acción fue coordinada democráticamente por un comité nacional. Durante el año que duró la acampada de los agricultores, la resistencia a la dominación de la agricultura por la agroindustria y las empresas comerciales creció hasta vincular las cuestiones del trabajo y la penuria agrícola, el patriarcado y el trabajo de las mujeres, las castas y la falta de tierras, el Hindutva y el Estado represivo. Habiendo fracasado todos sus intentos de represión y cooptación, Modi aceptó finalmente retirar las leyes unas semanas antes de las elecciones en Punjab y Uttar Pradesh. [Desde finales de febrero de 2024, ha habido una cierta reactivación del movimiento campesino -dado el incumplimiento de los compromisos adquiridos en 2021, entre ellos los precios garantizados en el mercado estatal: los mandis-, pero esto provocó inmediatamente una fuerte reacción del poder.]
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Estos dos grandes movimientos, las manifestaciones anteriores y el abanico de objetivos de la Hindutva – musulmanes y cristianos, dalits, adivasi, mujeres, ecologistas, liberales, periodistas, estudiantes y profesores, artistas – crearon alianzas mucho más allá de la izquierda. En la India, «la Izquierda» -que se refiere principalmente a los principales partidos de izquierda, el Partido Comunista de la India (PCI) y el Partido Comunista de la India-Marxista (CPM)- ya fue criticada por su falta de integración de las cuestiones de casta e identidad y por su adhesión histórica al desarrollo industrial. Desde 2014, se han ido forjando nuevas alianzas azules (movimientos de castas oprimidas/dalits), rojas (comunistas) y, a veces, verdes (ecologistas) en los campus y más allá. Tienden a unirse a los sindicatos nacionales, los movimientos sociales inspirados por Gandhi contra la expulsión de las poblaciones (agrarias y urbanas empobrecidas) provocada por el llamado desarrollo, los movimientos que defienden los derechos de las comunidades dependientes de los recursos naturales. También están las organizaciones de derechos civiles y democráticos que han sido una parte vital del paisaje democrático desde el estado de emergencia de 1975-77 (decidido por Indira Gandhi, entonces Primera Ministra). Sus esfuerzos están documentados y amplificados por un pequeño pero influyente sector de los medios digitales, la mayoría con menos de diez años de antigüedad, que sigue diciendo la verdad al poder a pesar de los procesos o de la vigilancia y detención de sus periodistas.
Gran parte de esta resistencia se enfrenta a una severa represión por parte del gobierno. Una cuestión crucial es cómo se traducirá la resistencia en términos electorales en las elecciones federales, que probablemente se celebrarán en mayo de 2024. La recién formada alianza I.N.D.I.A. (Indian National Developmental Inclusive Alliance, una coalición de 26 partidos, en julio de 2023), que incluye a los principales partidos de la oposición, incluido el Congreso Nacional Indio, el principal rival del BJP a nivel federal (¡en febrero, las cuentas bancarias del Partido del Congreso fueron congeladas!), es una iniciativa prometedora. Pero se trata de una «gran carpa», según sus propias palabras, y las dudas sobre su cohesión son muchas, así como el hecho de que ya sea demasiado tarde para proponer un desafío eficaz, dado que el BJP nunca ha dejado realmente de estar en modo electoral. Las elecciones que acaban de celebrarse en cinco estados [Madhya Pradesh, Rajastán, Chhattisgarh, Telangana y Mizoram] y que le dieron la victoria al BJP en tres de ellos [Madhya Pradesh (163 escaños de 230), Rajastán (115 escaños de 119) y Chhattisgarh (54 escaños de 90)] confirman las dudas sobre la fuerza de la oposición (el Congreso ganó en el estado sureño de Telangana con 64 escaños de 119 y un nuevo partido, el Movimiento Popular de Zoram, ganó en el estado de Mizoram, en el extremo noreste del país, con 27 escaños de 40).
Repercusiones internacionales
Si consideramos las repercusiones mundiales del momento Modi, debemos prestar atención en primer lugar a la diáspora hindú en Occidente. La VHP (World Hindu Organization), miembro de la familia RSS, trabaja desde los años sesenta para fortalecer a la comunidad hindú en todo el mundo. La mezcla exitosa conseguida por Modi de «amabilidad de mercado» (market friendliness) y «cultura hindú» (yoga, vestimenta, etc.) representa un momento de éxito cultural para esta diáspora. Con unos cuatro millones de personas, los indios son ahora el segundo grupo de inmigrantes más numeroso en Estados Unidos. Gran parte de los más prósperos de entre ellos proceden de castas hindúes privilegiadas y constituyen un grupo importante para la Hindutva, contribuyen económicamente con el BJP y con organizaciones benéficas que canalizan fondos hacia el RSS, y adoptan cada vez más los símbolos y las prácticas violentas de las masas hindúes de la India. 1
Pero otros en la diáspora india la combaten activamente. Las campañas de las organizaciones dalit han conseguido que se reconozca la casta como categoría protegida en universidades como las estatales de California, UC Davis, Harvard, Brandeis y Brown, y en otros lugares como la ciudad estadounidense de Seattle, las ciudades canadienses de Brampton y Burnaby, y el Consejo Escolar del Distrito de Toronto. Las organizaciones progresistas de la diáspora, incluidas las que representan a las minorías religiosas de la India, trabajan para cuestionar el flujo de fondos hacia el BJP/RSS en la India y para intentar influir en los gobiernos y la opinión pública estadounidense y canadiense para que reconozcan a la India tal y como es. Estos esfuerzos dieron lugar, a su vez, a una campaña de las organizaciones hindutva, inspirada en el manual sionista que utiliza el «antisemitismo» para desviar todas las críticas a Israel, para tratar de etiquetar a los críticos del hindutva como hindófobos. Y así, la lucha continúa.
Algunos acontecimientos recientes han hecho que la izquierda norteamericana tome conciencia de las repercusiones de esas batallas. En septiembre de 2023, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, se dirigió al parlamento y anunció por sorpresa que la India estaba detrás del asesinato de un activista separatista sij en Canadá en junio de 2023. En noviembre del mismo año, la inteligencia estadounidense informó que había advertido a un activista separatista sij afincado en Estados Unidos de que su vida estaba bajo una amenaza similar, lo que aumentó la preocupación sobre el hecho de que el Estado indio tenga la intención de extender su represión más allá de sus fronteras.
La derecha india tiene un papel importante en el desarrollo de una extrema derecha mundial, no necesariamente en el sentido de una cohesión organizativa o de una conspiración mundial, sino en el sentido de que orienta el discurso público en esa dirección, atenta contra los valores democráticos liberales, deslegitima todo tipo de movilización igualitaria, normaliza las «fake news» y las perspectivas anticientíficas (por ejemplo, cuestiona la teoría de la evolución). Se alinea con los supremacistas blancos y los sionistas. Las noticias falsas y las imágenes generadas por el universo Hindutva desempeñaron un papel fundamental en la desinformación de las redes sociales en torno al genocidio de Gaza. 2 Se ha informado también que Israel pidió a la India que enviara hasta 100.000 trabajadores para reemplazar a los palestinos.
La izquierda india y su diáspora contraatacan. Una petición dirigida a los representantes del gobierno estadounidense, firmada ya por unos 3.000 estadounidenses de origen indio, pide un alto el fuego en Gaza. También pone de relieve las fuentes de desinformación de la derecha hindú, que contribuyen a justificar el ataque sobre Gaza. 3 Y todos los principales sindicatos indios, con la excepción del Bharatiya Mazdoor Sangh (Sindicato de Trabajadores Indios), afiliado al BJP, emitieron una declaración en la que anunciaban que se opondrían a cualquier acuerdo laboral entre la India e Israel si el acuerdo se aplicara. 4 Pero, para hacer retroceder el fascismo que representa la India de Modi, será necesaria una respuesta internacional mucho más enérgica y coordinada que la que hasta ahora han mostrado las fuerzas progresistas del mundo.
Aparna Sundar es politóloga y militante de la solidaridad con Asia Meridional, afincada en Toronto, Canadá.
* Artículo publicado en New Politics, n° 76, vol. XIX
Notas
- Max Daly, Sahar Habib Ghazi, and Pallavi Pundir, “How Far-Right Hindu Supremacy Went Global,” Vice, Oct. 26, 2022. ↩
- Mohammed Asif Khan, “India is the Epicentre of Hate and Misinformation Against Palestinians,” Middle East Monitor, Nov. 10, 2023. ↩
- Indian Americans for a Ceasefire Now. ↩
- “Indian Trade Unions Stand with Palestine, Reject ‘export deal’ to Replace Palestinian Workers in Israel,” People’s Dispatch, Nov. 16, 2023. ↩