Afganistán – Cómo pueden las feministas apoyar a las mujeres afganas que viven bajo el régimen talibán. [Medea Benjamin/Ariel Gold]

A l’encontre, 18-10-2021

Traducción de Correspondencia de Prensa, 19-10-2021

Desde que los talibanes tomaron el control de Kabul y del gobierno central el 15 de agosto de 2021, los esfuerzos para apoyar a las mujeres afganas se han vuelto extremadamente difíciles. Según algunas destacadas feministas estadounidenses estrechamente vinculadas con las mujeres afganas, los talibanes «no tienen ninguna legitimidad más allá de la fuerza brutal con que actúan». Y los gobiernos, la ONU y los actores regionales no deben reconocerlos ni trabajar con ellos. Para algunos, esto significa aislar a los talibanes continuando con la congelación de los fondos afganos en el extranjero y suspendiendo toda la ayuda coordinada con cualquier organismo gubernamental. Pero, ¿esta postura ayuda realmente a las mujeres afganas?

No cabe duda de que los avances logrados por las mujeres afganas en los últimos 20 años, especialmente las de las zonas urbanas, se han visto reducidos, al menos temporalmente. Desde que llegaron al poder, los talibanes declararon que se permitiría a las niñas ir a la escuela, pero en algunas partes del país las niñas están excluidas de los cursos de secundaria (aunque, según la UNICEF, pueden asistir a la escuela primaria; Omar Abdi, de la UNICEF, lamentó el 15 de octubre que «millones de niñas en edad de asistir a la escuela secundaria están perdiendo su educación por vigésimo séptimo día consecutivo»).

Y si bien en las universidades privadas las estudiantes han podido seguir asistiendo a clases, la mayoría de las mujeres matriculadas en las universidades públicas no asisten por miedo, debido a la cancelación de las clases o a las restricciones impuestas por los talibanes. Aunque los portavoces talibanes insisten en que las mujeres pueden seguir trabajando, son frecuentes los informes de militantes talibanes que ordenan a las mujeres que abandonen sus lugares de trabajo.

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Aunque todos deberíamos estar indignados por el abuso y el deterioro de los derechos que sufren las mujeres afganas, los talibanes no son la única causa de la angustia de las mujeres en este momento. La economía y los servicios públicos están paralizados porque la comunidad internacional ha dejado de financiarlos. Afganistán es un país que ha dependido de donantes externos para financiar sus servicios vitales durante la mayor parte de su llamada existencia moderna. Cuando Estados Unidos se retiró de Afganistán, congeló 9.500 millones de dólares en activos del Banco Central Afgano y presionó al Fondo Monetario Internacional para que bloqueara el acceso de Afganistán a más de 450 millones de dólares en ayuda por Covid-19. Echando más leña al fuego, el Banco Mundial suspendió la financiación del sistema sanitario afgano a través de su Fondo Fiduciario para la Reconstrucción de Afganistán. Dado que la ayuda exterior a Afganistán ascendía anteriormente a unos 8.500 millones de dólares al año -casi la mitad del producto interior bruto del país-, el impacto de la congelación de estos fondos es devastador para las mujeres y sus familias.

En Afganistán hay unos 220.000 profesores, y la UNICEF calcula que aproximadamente una tercera parte de los docentes son mujeres. Desde junio, la mayoría de los profesores no han recibido sus salarios. El 6 de octubre, la Asociación de Profesores Afganos, compuesta por 45.000 miembros, lanzó un llamamiento urgente para llamar la atención sobre su grave situación. «El Ministerio de Educación tiene muy pocos recursos, y es difícil pedir a nuestros profesores que sigan trabajando sin cobrar. Muchos de ellos son el único sostén de la familia, y lo están pasando realmente mal. Será difícil mantener las escuelas abiertas si no tenemos fondos».

Y no se trata sólo de los profesores afganos. La mayoría de los profesionales de la salud del país también trabajan sin cobrar. En la actualidad, el sistema sanitario del país está al borde del colapso. El Director General de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo que, debido a la suspensión de la financiación, los centros médicos afganos no han podido comprar suministros ni pagar los salarios. Según la directora del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) para Asia y el Pacífico, Kanni Wignaraja, sólo un 17% de los aproximadamente 2.200 centros de salud de Afganistán se mantienen plenamente operativos y el personal que trabaja lo hace de forma voluntaria. «Existe el riesgo de que la población afgana no tenga prácticamente ningún acceso a los servicios sanitarios primarios», dijo.

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Antes de la retirada militar de Estados Unidos, el Banco Mundial financiaba el proyecto Sehatmandi (creado en marzo de 2018), un proyecto gestionado por una ONG que en 2020 brindaba servicios de salud a 30 millones de personas. Para evitar el colapso total de la asistencia sanitaria, el Fondo de Desarrollo de la ONU anunció recientemente que asumirá temporalmente la gestión del proyecto Sehatmandi del Banco Mundial, pero se trata solamente de una medida temporal.

El anuncio de la UE (Unión Europea) el 12 de octubre de un paquete de ayuda de 1.200 millones de dólares es sin duda una buena noticia. También lo es el anuncio del Secretario de Estado Antony Blinken de que Estados Unidos ayudará a financiar la ayuda humanitaria. Pero será casi imposible distribuir la ayuda eficazmente mientras los bancos afganos sigan sometidos a las sanciones de Estados Unidos y la ONU, sin poder acceder a los dólares físicos. Y la ayuda humanitaria no permitirá pagar los salarios de los funcionarios del país.

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Para que esto ocurra, deben liberarse los fondos afganos congelados. Entendemos la oposición a que los mecanismos de pago pasen por las manos de los talibanes. En cuanto a los salarios, la opción de los pagos directos a través de las agencias de la ONU y las ONG es, en efecto, la opción preferida, como ya ha sido el caso de muchos trabajadores sanitarios. Pero, ¿se puede conseguir realmente para los más de 350.000 trabajadores públicos del país? ¿Y cómo se puede salvar el sistema bancario sin levantar las sanciones? Son cuestiones que la administración Biden y los líderes mundiales deben resolver. Los entresijos se discutirán en las reuniones del Banco Mundial y el FMI del 11 al 17 de octubre en Washington y en la cumbre del G20 en Roma a finales de mes 1.

Las feministas también deben debatir estas complejas cuestiones. No deben adoptar la visión simplista de que una política de no cooperación con los talibanes es la forma de apoyar a las mujeres afganas. Como ha dicho John Sifton, de Human Rights Watch: «Los problemas económicos y humanitarios subyacentes de Afganistán, que afectan de forma desproporcionada a las mujeres y las niñas, no pueden ignorarse simplemente por el historial de los talibanes. Los occidentales, que nos llamamos feministas, debemos debatir estas complejas cuestiones y convertirnos en firmes defensores de la liberación de fondos que puedan evitar que toda una nación de 40 millones de personas se enfrente a un futuro de hambre y miseria. (Artículo publicado en Counterpunch, 15 de octubre de 2021)

* Medea Benjamin y Ariel Gold participan activamente en CODEPINK for Peace, cuyos logos de campaña son bastante explícitos.

Nota


  1. Según el diario Le Monde del 13 de octubre: «En la apertura de la cumbre del G20, la Unión Europea prometió 1.000 millones de euros, una parte de los cuales está destinada a las necesidades humanitarias urgentes y a los vecinos de Afganistán que acogieron a los afganos que huían de los talibanes después de que éstos tomaran el poder a mediados de agosto. La portavoz de la UE, Nabila Massrali, subrayó: «También está prevista una ayuda especializada para la vacunación, el alojamiento, así como la protección de los civiles y los derechos humanos». Por su parte, el primer ministro italiano, Mario Draghi, subrayó, según la misma fuente, que el G20 está estudiando «un mandato general» a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para que supervise la respuesta internacional a los problemas socioeconómicos de Afganistán. Pero, según él, todavía es «pronto» para un reconocimiento del régimen talibán, aunque sería necesario «algún tipo de implicación» por su parte para proporcionar ayuda a su país». (Redacción A l’encontre)